Muy leída en las décadas del 60 y el 70, fue la colección Robin Hood, de color amarillo en sus portadas, nos acercaban a la buena literatura. Yo no los tenía en mi casa, pero a través de mi amiga Adriana, los leía y disfrutaba a full. Inolvidable colección.
La colección Robin Hood . Editada por la Acme Agency de Modesto Ederra,
comenzó en 1941, y siguió ininterrumpidamente hasta principios de la década de
los 90. Es recordada, entre otras razones, por las magníficas ilustraciones de
tapa del gran dibujante argentino Pablo Pereyra.
A diferencia de otras editoriales, cuyas colecciones juveniles
publicaban versiones resumidas, la
editorial Acme publicaba los textos completos y en un solo volumen. Varias
generaciones de argentinos, muchos de ellos grandes escritores en la actualidad, tuvieron su
primer acercamiento a la literatura a través de las páginas de esta colección.
Robin Hood publicó 227 titulos. Entre ellos
todos los títulos de Louise May Alcott, Julio Verne, Charles Dickens, Emilio
Salgari y tantos otros que nos acercaban a la buena literatura clásica.
Entre ellos, para mi, imposible olvidar a Bomba, el niño de la selva.
Es la historia de un niño blanco que se crió en la selva. Su autor fue
Roy Rockwood, aunque este es un nombre ficticio. Hoy se sabe que el autor es el
“ Sindicato Stratemeyer” o sea un grupo
de escritores que fueron componiendo la serie
Se publicaron veinte libros, diez de los cuales están ambientados en
América del Sur y los restantes en África.
Los volúmenes traían títulos indicativos: Bomba en la isla de los
Jaguares, Bomba en la Montaña Movediza, Bomba en la Catarata Gigante, Bomba en
el pantano de la muerte, Bomba en la ciudad abandonada, etc. Es decir, indican
un lugar donde el protagonista desarrollaba
la acción.
A través del relato, se va
conociendo el esplendor de la jungla y sus habitantes,
donde reinan los hechiceros, las tribus amigas, los líderes del “mal”, la
aparición de serpientes , especialmente boas y anacondas. También animales
feroces como tigres y panteras; luchas
sin cuartel entre Bomba y sus enemigos, “ los malos” y los desastres naturales,
terremotos, huracanes o volcanes en erupción.
Leyendo a Bomba, admirábamos su valentía e ingenio para salir indemne
de situaciones increíbles, su bondad hacia la naturaleza, hacia los animales,
hacia el hábitat. Es el protagonista sano, sin dobleces, químicamente puro,
adalid de los débiles, pronto a la ayuda, respetuoso de los mayores, estoico,
frugal en la comida, con un físico privilegiado y provisto del don que le
permitía hablar con los animales.
Los relatos se encuentran redactados en forma simple y llana. No
abundan las descripciones fatigosas y las que surgen son precisas, ayudando a
perfeccionar el hecho. Los diálogos son breves, dinámicos, limpios, afín con la
rapidez del relato y el desarrollo de la anécdota. Por eso mismo, la tensión
dramática está sabiamente dispuesta y predispone al lector.
Lamentablemente, la incógnita
persistía al final de la obra porque, cuando lograba dar con el paradero de las
personas que iban a satisfacer su curiosidad, estallaba algún acontecimiento
infausto que las mataba o hacía desaparecer trágicamente, no sin antes entregarle en forma conmovedora,
una indicación vaga, pero lo suficientemente imprescindible como para
continuar con la tirantez y el dramatismo…en el próximo libro, con infaltable
“continuará”.
Bomba el niño de la selva y toda la colección Robin Hood, un recuerdo imborrable, para aquellos niños avidos de aventuras y buenas lecturas.